Educación en valores
Ayudar a nuestros hijos e
hijas a desarrollarse armónicamente en estos tiempos, marcados por los valores
controversiales, incertidumbres y una paz, muchas veces quebrantada, no es tan
fácil.
La
participación activa de los padres y los maestros/as, facilita que los niños y
las niñas, adolescentes y jóvenes aprendan a valorar y a respetarse a sí
mismos, a los demás, los símbolos patrios, nuestras tradiciones, costumbres y
las diversas manifestaciones de nuestro sincretismo cultural.
El ejemplo
familiar y el apoyo de maestros y maestras son dos condiciones básicas para que
los niños y niñas, adolescentes y jóvenes, aprendan desde la más temprana edad
a manejar el diálogo como herramienta fundamental para plantear y resolver
problemas.
La
valoración del trabajo como forma de hacer bien las cosas, ganarse el sustento
propio o familiar y crear riquezas expresadas en bienes y servicios, es un
proceso gradual que se inicia en la familia y se consolida durante la
experiencia escolar, es por eso que sin el apoyo de la familia es muy difícil
que la escuela pueda formar sujetos capaces de amarse y respetarse a sí mismos,
a sus familiares, a sus amigos, al barrio, al centro educativo donde estudian.
La familia y
la escuela son dos espacios de aprendizaje y de crecimiento humano donde los
niños y niñas aprenden de manera progresiva a ser, pensar, sentir y actuar con
autonomía y seguridad, así como a expresar y defender sus ideas respetando la
de los demás.
De la
calidad de la familia y de la escuela depende que nuestros niños y niñas
aprendan a respetar la vida en todas sus manifestaciones. Esto les permite
demostrar capacidad de autocrítica, sentido de justicia, equidad, solidaridad y
valentía, así como la valoración de la dignidad humana.
La familia y
la escuela unidas crean un clima favorable para conformar en los niños y niñas
adolescentes y jóvenes de ambos sexos actitudes asertivas contra abusos,
maltratos, agresiones, contra su persona y la de los demás.
El valor se
refiere a una excelencia o perfección. Por ejemplo, se considera un valor decir
la verdad, ser honesto, ser responsable, sincero; es más valioso trabajar que
robar. La práctica del valor desarrolla la humanidad de la persona, mientras
que el contravalor la despoja de esa cualidad”.
“Desde el
punto de vista socio-educativo, los valores son considerados referentes, pautas
o abstracciones que orientan el comportamiento humano hacia la transformación
social y la realización de la persona. Son guías que dan determinada
orientación a la conducta y a la vida de cada individuo y de cada grupo
social”.
Es necesario
reflexionar que el valor de
la familia se basa fundamentalmente en la presencia física, mental y
espiritual de las personas en el hogar, con disponibilidad al diálogo y a la
convivencia, haciendo un esfuerzo por cultivar los valores en la persona misma,
y así estar en condiciones de transmitirlos y enseñarlos. En un ambiente de
alegría toda fatiga y esfuerzo se aligeran, lo que hace ver la responsabilidad
no como una carga, sino como una entrega gustosa en beneficio de nuestros seres
más queridos y cercanos.
Lo primero que debemos resolver en una familia es el egoísmo: mi tiempo, mi trabajo, mi diversión, mis gustos, mi
descanso... si todos esperan comprensión y cuidados ¿quién tendrá la iniciativa
de servir a los demás? Si papá llega y se acomoda como sultán, mamá se encierra
en su habitación, o en definitiva ninguno de los dos está disponible, no se
puede pretender que los hijos entiendan que deben ayudar, conversar y compartir
tiempo con los demás
No hay comentarios:
Publicar un comentario